Te has preguntado ¿qué es lo que hace a la gente \”ordinaria\” hacer cosas \”extraordinarias\”?… ¿Qué puedo hacer para que los nervios no me traicionen el día de la competencia?… La respuesta está en lo más profundo de tu ser.
Cuerpo, mente y alma, estas tres palabras que la ITU (Union Internacional de Triatlón) encierra en su lema, me parece que complementan todo lo que un buen atleta debe tener. Y no me refiero sólo a los triatletas sino a cualquier atleta que practica algún deporte.
Con frecuencia pensamos que el practicar un deporte con regularidad o el prepararse para una competencia implica sólo un esfuerzo físico. Algunos deportes en mayor grado, otros en menor, pero todos los deportes de alguna manera requieren de fuerza física. Sin embargo, el deporte no es sólo esfuerzo físico. El deporte requiere también de preparación mental y una buena actitud que sólo nosotros podemos dar.
En cualquier prueba o reto que nos planteamos en la vida existen aspectos que nosotros podemos controlar y así como otras circunstancias que no están a nuestro alcance controlar pero SÍ debemos aprender a manejar. En una carrera atlética, por ejemplo, de nosotros depende el entrenar bien o no, nosotros buscamos o no un entrenador y seguimos bien el plan de entrenamiento o solo hacemos \”como que lo seguimos\” sin cumplirlo con disciplina. Depende de nosotros prepararnos mentalmente para la prueba y estar con mucho ánimo y buen humor para el evento. Sin embargo, existen otras circunstancias que escapan de nuestro control y que se presentan cuando menos lo esperamos. En competencias tan largas como un maratón (42.195 km), el clima es un factor que no está en nuestras manos. Habrá quienes prefieran el clima frío, otros más el caliente, sin embargo, es algo que NO podemos controlar pero que tenemos que aprender a manejar. Si hay mucho calor y humedad, habrá que hidratarse mucho más así como usar ropa ligera y adecuada para evitar que se moje o nos moleste, así como considerar que, en climas extremadamente calientes el esfuerzo que exigimos a nuestro cuerpo será mucho mayor y, por lo mismo, debemos estar conscientes que nuestro pulso se elevará mucho más, el esfuerzo será mayor y, por lo tanto, nuestro tiempo de carrera será más lento de lo planeado. En ocasiones podría llegar a ser hasta un 10% más de lo estimado (independientemente de lo mucho que hayamos entrenado). En el otro extremo, en un clima demasiado frío será preferible usar ropa cómoda que nos mantenga calientes (gorra, guantes, etc.), y estar conscientes que deberemos emplear mucho más tiempo en nuestro calentamiento ya que nuestro cuerpo tardará más que en condiciones normales.
En resumen, tenemos que prepararnos muy bien físicamente y ahí tendremos resuelto quizá un 50% del objetivo. La otra mitad se complementará con nuestra mente y espíritu. Mente y alma van estrechamente ligadas, tanto que yo no me atrevería a separarlas. El aspecto mental y el \”coraje\” con el que hagamos las cosas puede determinar el lograr o no un objetivo y, en ocasiones, puede ser más \”fuerte\” que nuestra fuerza física.
La preparación mental requiere, para empezar, confianza en nosotros mismos, estar conscientes de qué es lo que queremos lograr y planear bien cómo conseguirlo. Es necesario visualizar o imaginar cómo será el evento, visualizar como si estuviéramos en la competencia y sabremos cómo resolver y que podremos hacerlo muy bien porque estamos conscientes y seguros de que nos hemos preparado y entrenado muy bien. Es nuestra alma, nuestro corazón, nuestro \”yo\” interno lo que nos anima a seguir adelante. Es lo que nos ayuda a manejar el cansancio y el dolor físico para terminar los últimos kilómetros o metros cuando creemos que, físicamente, ya no podemos seguir. Es ahí donde está la entrega total cuando un atleta logra lo increíble, cuando rompe un record, cuando gana una medalla, cuando TU llegas a la meta.
Y de las tres partes que complementan a un atleta, cuerpo, mente y alma, es ésta última la única que depende totalmente de nosotros y que sólo nosotros podemos controlar. Nos pueden ayudar a prepararnos física y mentalmente, pero si nosotros no tenemos una buena actitud ante la adversidad o los obstáculos que se puedan presentar, no podremos resolverlos satisfactoriamente. Y esto no es sólo en el deporte, ES una actitud ante la vida.
Se dice que cada quien tenemos nuestro propio temperamento y carácter desde que nacemos, sin embargo hay que distinguir de entre los dos términos: “temperamento” son las inclinaciones íntimas que brotan de nuestra constitución fisiológica, nacemos con ello; en cambio el “carácter” es el conjunto de disposiciones psicológicas que nacen del temperamento pero se van formando y modificando con la educación que recibimos desde niños. Es decir, nuestro “carcácter” lo vamos formando gracias a la educación que recibimos de nuestros padres primero en casa y que se fortalece con nuestros educadores en la escuela. Padres y educadores pueden ayudar a cultivar y formar un carácter fuerte o débil, dependiendo de sus propias actitudes y educación. Recordemos que los niños imitan todo lo que ven, bueno y malo. Debemos enseñarlos a que tengan confianza en sí mismos, a que aprendan que ellos pueden trabajar y luchar por lo que quieren. NO les ofrezcamos las cosas gratis y sin esfuerzo, porque lejos de ayudarlos a luchar por lo que quieran en la vida, los estaremos enseñando a conformarse solo con lo que se les dé fácilmente. Mi padre me enseñó a hacer deporte y creo que el deporte es un excelente \”educador\”, ya que te da la oportunidad de conocerte a tí mismo, tus aptitudes y debilidades, así como te ayuda a probarte todo lo que puedes hacer. Además, te enseña ante todo a respetar a los demás, y a aplaudir y admirar a quienes logran lo inimaginable; aprendes a aceptar las virtudes y facilidades que tienen otros sobre tí, así como a ser humilde cuando tú puedes hacerlo mejor que ellos.
Cultivemos el gusto por el deporte en nuestros hijos, sobrinos, nietos y en general de todos los niños. Brindémosles la oportunidad de sentir y gozar la satisfacción personal que da el alcanzar una meta después de su propio esfuerzo. Desde que son pequeños cuando logran incorporarse solitos y empiezan a caminar, hasta cuando logren lo que, a veces, nos parecería imposible de alcanzar.
Hagamos deporte y juguemos limpio, por nuestro bien, el de nuestros hijos y del mundo en general.
Claudia Plasencia.