Cuando queremos empezar a hacer ejercicio o participar en alguna carrera, las motivaciones pueden ser varias. Algunos lo hacen para bajar de peso, otros para cumplir con uno de los deseos de la famosa “bucket list”, otros lo hacen porque está de moda, algunos más por una apuesta, otros tantos para una convivencia sana con la pareja o amigos, también hay quienes se inscriben a una carrera sólo para subir la foto a las redes sociales.
Todas las anteriores son razones válidas, sin embargo, si alguna de éstas o todas ellas juntas, son la única motivación para inscribirte a una competencia, ya sea una carrera de 5 km o un Ironman, es probable que de pronto te encuentres con que, el impulso para hacerlo se quedó corto y, unos meses después, estarás donde empezaste.
No existe una receta para motivarse, ni siquiera las pláticas millonarias logran su objetivo si en la persona no existe un verdadero motor para emprender nuevos retos, un deseo real para plantearse nuevas metas.
Quizás es por ello que, cuando se presentan grandes causas que logran impresionantes objetivos nos quedamos boquiabiertos. Recordemos al ahora “héroe caído” Lance Armstrong. Cuántos de nosotros no encontramos en Lance al superhéroe que estábamos buscando. En un mundo donde los grandes líderes se han vuelto una rareza y los pocos que quedan están próximos a partir de este mundo, alguien como Lance inspiró a toda una generación de atletas. Enorme fue la decepción de muchos cuando le despojaron de los siete títulos del Tour de France, para luego escuchar la devastadora confesión ante Oprah Winfrey, seguida de los testimonios de la gente más cercana al gran héroe del ciclismo.
Livestrong recaudó millones de dólares para la investigación del cáncer y eso fue bueno; todos los que vivimos aquellos Tour de France y las victorias de Armstrong compramos nuestros brazaletes amarillos y los portamos, en aquél entonces, con orgullo. Y es porque los sobrevivientes siempre inspiran. La condición humana de quien sobrevive a una experiencia tan dura como es el cáncer, adquiere una fuerza vital que envuelve a todos, ninguna historia nos conmueve más que cuando vemos a la gente triunfar ante la adversidad. Por eso Lance nos movió a todos.
Pero ahora Lance está lejos de ser un héroe, es inspiración de pocos y la mayoría de sus antiguos seguidores ha borrado de la mente aquella gran causa y su condición de sobreviviente.
Un chico que dejó una huella especial en México.
En el pasado Campeonato Mundial de Triatlón de Cozumel, el británico Alistair Brownlee cruzó la meta después de casi cargar a su hermano menor, Jonathan Brownlee, los últimos 400 m. Curiosamente nadie cuestionó dicha acción, y es que cuando vemos a un campeón cometer un acto de tanta nobleza y amor fraternal, ello nos emociona más que cualquier otra escena competitiva. Algo así no lo haría cualquiera, ni siquiera cualquier hermano. Esto lo hace alguien cuyo “porque” es más grande que una medalla, que un trofeo o incluso una victoria mundial. Quizás no valga la pena racionalizar dicha acción, porque es una de ésas que se da como un regalo, en un completo acto de generosidad: espontáneo y sin esperar nada a cambio. Se da desde ese lugar que genera los grandes “porqués” de la humanidad.
Encuentra tu “porqué” y verás que cruzarás esa meta que tienes en mente y muchas más. Verás como de pronto, se te olvidará subir tu foto en el “feis”.
Por Verónica Granados
“Each of us bears the imprint of a friend met along the way: in each the trace of each.”
– Primo Levi.