Generalmente cuando hablamos de “lágrimas” nos referimos a llorar, y si hablamos de llorar normalmente lo relacionamos con tristeza o dolor, pero la realidad es que las lágrimas tiene múltiples y variadas funciones.
Físicamente hablando, las lágrimas protegen y mejoran la calidad de la superficie ocular, mantienen la humedad necesaria en el ojo, eliminan los cuerpos extraños y los cuidan de las infecciones. Por otra parte, nuestros ojos pueden “llorar” o “lagrimear” por diferentes circunstancias: cambios de temperatura, cuando algún objeto diminuto entra al ojo, y desde luego, por motivos emocionales.
Las lágrimas se componen de un estrato acuoso y un estrato exterior de sustancias grasas y aceitosas conocidas como meibum. En cada parpadeo el meibum se extiende por la superficie del ojo manteniendo el estrato intermedio acuoso, y asegurando que nuestros ojos estén húmedos. Las lágrimas son un 98% de agua y el resto una combinación de proteínas y glicoproteínas, además de cloruro sódico, de ahí su sabor a sal.
Además de sus beneficios oculares, las lágrimas son buenas para nuestra salud: ayudan a mantener -o recuperar- la calma en momentos difíciles, reducen el estrés, funcionan como un momento de catarsis en el que necesitamos soltar todo para luego volver a empezar y, por si fuera poco, eliminan bacterias. Hay más de bueno que de malo en dejar salir de vez en cuando algunas lágrimas, podemos recuperar más allá que la salud de nuestras córneas.
Cada lágrima “natural” se ha creado en nuestro ojo para proteger, nutrir y mejorar la calidad de la superficie ocular, y en cuanto termina con esas funciones, se drena hacia el sistema lagrimal, aunque no todas salen como las conocemos: más del 25% se evaporará antes de estar en contacto con el exterior.
Ahora bien, dependiendo de las características que las producen algunos oftalmólogos las clasifican en 3 tipos:
Lágrimas basales: Son las lágrimas que segregamos de manera continua y sin pensarlo y en pequeñas cantidad para mantener los ojos lubricados. En ellas se encuentran algunas sustancias que cumplen una especie de acción antibiótica.
Lágrimas reflejas: Este tipo de lágrimas las producimos como respuesta a un estímulo externo, como puede ser un golpe o roce en el ojo, un cambio brusco de temperatura (cuando hace mucho frío, por ejemplo), o cuando entra alguna pequeña partículoa extraña (polvo, humo, los ácidos de la cebolla, etc.)
Lágrimas emocionales o psíquicas: Son las lágrimas que segregamos como una reacción a un estímulo interno, totalmente emocional, como puede ser el dolor, tristeza, alegría o incluso un exceso de nervios. Se componen de un 98% de agua y el resto una combinación de proteínas y glicoproteínas, además de cloruro sódico, de ahí su sabor a sal.
Éste último tipo, la lágrima emocional es la que continua siendo un misterio para los ciéntíficos, no ha sido un tema muy investigado por lo que no se sabe realmente por qué lloramos ante un dolor físico o un trauma emocional, o porque también lloramos en un momento de extrema felicidad. Muchos científicos piensan que es una forma de comunicación y de expresar nuestros sentimientos. Los bebés, pr ejemplo, que no pueden aún hablar, su manera de expresar algún malestar es llorando. Lo que sí sabemos es que solo los seres humanos lloramos en respuesta al dolor o emoción y, en el mundo animal, los elefantes son los únicos animales que se ha comprobado, también lloran.
Las lágrimas emocionales pueden sustituir muchas veces las expresiones verbales, por ello hay tantos tipos de llanto; aunque no se ha investigado demasiado sobre ellas (porque por cada 15 libros acerca del acto de reír, apenas hay uno sobre llorar). A diferencia de los niños pequeños, los adultos tomamos el llanto como algo que se debe hacer en el más absoluto secreto y si es posible, evitarlo la mayoría de las veces. Sin embargo, el llanto es bueno para nuestra salud: algunos estudios afirman que las personas que se deprimen con más facilidad son las que menos lloran y contienen sus emociones. Expresar nuestra tristeza con lágrimas ayuda a nuestro organismo a liberar sustancias que cumplen la función de un calmante natural (dos tipos de hormonas llamadas opiáceos y oxitocina).
Ahora bien, las lágrimas emocionales no son siempre de tristeza, muchas veces son de alegría, por el reencuentro con un ser querido después de mucho tiempo lejos, o en el deporte, por ejemplo, nos emocionamos al lograr una meta que nos costó mucho trabajo llegar, o incluso nos contagia de alegría cuando un buen deportista gana, por fin esa competencia que tanto deseaba. (Como en la foto de la derecha, el suizo Roger Federer se emocionó muchísimo después de ganar en un buenísimo y reñido partido al español Rafael Nadal, en el pasado Abierto de Australia, primer torneo de Grand Slam de esta temporada).
Entre los beneficios más importantes del “llorar” se encuentran:
– Elimina toxinas que se acumulan en nuestro cuerpo cuando sentimos dolor, estrés o ansiedad
– Mejora el estado de ánimo y combaten la sensación de fatiga, irritabilidad o depresión
– Estimula los vínculos afectivos con quienes nos rodean
– Ayuda a mantener la calma en situaciones conflictivas
– Ayuda a comprender mejor algunas situaciones difíciles, por lo que nos hace sentir más relajados
– Es frecuente que después de llorar intensamente nos quedemos dormidos, ya que al sentirnos relajados (y desahogados) conseguimos una sensación de paz y confianza que nos ayuda a pensar en que las cosas mejorarán tarde o temprano.
No se trata, desde luego, de llorar en todas las circunstancias, pero es muy importante saber que de la misma manera que la felicidad es parte de la vida, también el dolor lo es y demostrarlo puede contribuir a que logremos superarlo de mejor manera y más rápido.