Una vez más dos mexicanos destacan por su participación en el Récord Mundial de Paracaidismo en la disciplina de Vuelo Libre, “Free Fly”: Sergio “Blu” Ortiz (ex integrante del grupo Kabha y actual integrante de Morocco Blu) y Javier Rojas Astorga, ambos miembros de la Federación Mexicana de Aeronáutica AC, y de la Federación de Aeronáutica Internacional (FAI) con sede en Lausana, Suiza.
Actual récord mundial de “Free Fly”: 69 paracaidistas volando de cabeza. Lugar: Chicago E.U. Fecha: 3 de agosto del 2007. Récord anterior: 53. Velocidad de caída libre: 170 MPH. Aeronaves: 2 twin otters, 1 cassa. Altura de los saltos: 5,600 metros.
Dos de nuestros mejores exponentes nacionales en esta disciplina del paracaidismo, “Free Fly”, lograron su exitosa participación en uno de los eventos más importantes a nivel mundial, donde dejaron claro que México está al nivel de los mejores del mundo.
Únicamente fueron cuatro las personas seleccionadas en toda Latinoamérica, dos de ellos nuestros orgullosos atletas mexicanos. Cada vez es más frecuente escuchar de logros de nuestros deportistas en esta rama del paracaidismo deportivo, y en diferentes disciplinas dentro de él.
Estamos corriendo sobre la alfombra azul-gris del aeropuerto de la ciudad de México, mientras una muy conocida voz se escucha a través de los altavoces por todo el aeropuerto: \”Javier Rojas y Sergio Ortiz, favor de abordar inmediatamente por la sala 31\”. El camino de la sala 25 a la 31 no es corto, y cuando te está dejando un avión, cargando cámaras, cascos y paracaídas, se hace todavía más largo. Al subirnos al avión los pasajeros, ya sentados y con cinturones de seguridad puestos, nos lanzan miradas de reproche; nosotros no podemos hacer nada más que sonreír… tenemos mucho por qué sonreír. Vamos a romper un récord mundial de paracaidismo.
La travesía empezó en febrero y continuó en abril. Tuvimos que asistir a dos campamentos en los que estaríamos saltando con personas de todo el mundo, que como nosotros quieren representar a su país en una actividad no muy reconocida pero tan valiosa como cualquier otra. Allí los organizadores se dan una idea del nivel de vuelo de cada paracaidista, y en su mente van armando lo que se convertirá en la formación de “Free Fly” más grande jamás intentada. El “Free Fly” es una disciplina relativamente nueva. Después de muchos años de caer en una posición de panza al piso, la gente empezó a buscar alternativas y a rebasar las fronteras de vuelo; así nació, con un sentimiento de rebeldía por romper con lo establecido. En lugar de volar en la posición estable acostumbrada, esta modalidad experimenta con tres dimensiones en vuelo y con velocidades de más de 200 kilómetros por hora, siendo así más inestable pero más abierta a realizar cosas jamás vistas. La disciplina, avalada por la FAI (Federation Aronautique Internationale) para el récord de formaciones en “Free Fly”, es conocida como “Head Down” (Cabeza Abajo); como su nombre lo dice, volamos de cabeza hacia el piso, usando nuestras piernas para mantener el equilibrio a velocidades cercanas a las 170 millas por hora; esto hace lo que vamos a intentar algo más difícil aún. Juntarte en el aire con otra persona puede parecer fácil, pero en este caso es muy peligroso. Si dos personas llegan a chocar a estas velocidades, puede ser fatal.
Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Chicago, sede del evento en el que se llevarán a cabo los intentos de récord. Hace dos años que nadie logra romper el anterior, 53 paracaidistas, así que desde el primer día se respira en el aire una energía de superación. Los primeros tres días serán decisivos, serán en los que los organizadores escojan a las 69 personas que intentarán romper este récord. Se puede pensar que después de casi 3000 saltos alguien puede sentirse seguro de cumplir los requisitos y de contar con las habilidades necesarias para ser seleccionado; sin embargo, siempre está la duda.
Así llega el día. Cerca de 90 personas estamos reunidas en el auditorio; nos dicen que dirán los nombres de los que irán en cada uno de los tres aviones que se usarán para esta formación y, uno a uno, van llamando a los que podrían formar parte de la historia. El tiempo empieza a pasar lento, casi insoportable, mientras se dicen los nombres. De repente todo se congela… ¡Lo logramos!
No hay tiempo de nada, inmediatamente salimos al calor a recibir lo que serán nuestros lugares dentro de la formación. Es enorme. Nadie de los presentes hemos estado en algo tan grande antes, pero la teoría es la misma: vuela a tu lugar lo más rápido que puedas, detén todo tipo de movimiento horizontal antes de tomar tu grip, vuela el grip presentando para que los que se agarran de ti lo hagan con más facilidad. Espera… espera que cada una de 69 personas hagan exactamente lo mismo, que todos hagamos lo que tenemos que hacer al mismo tiempo.
Empezamos los intentos con mucha energía, emoción y expectativa. Nadie sabe si lo que intentamos es humanamente posible, pero estamos confiados que así será. Después del primer intento nos damos cuenta que las posibilidades son altas: rompemos el récord anterior; por supuesto no es oficial, ya que no completamos la formación dada a los tres jueces de la federación, pero eso disipa cualquier duda respecto a si algo tan grande puede volar, ¿o no?
El segundo día de intentos resulta ser el más desafiante. Aunque llegamos con mucha energía, conforme pasa el día y los saltos las inseguridades empiezan a jugar sucio con la mente. Éste es un juego mental… un récord mental. Al no completarse, los organizadores empiezan a hacer cambios en la formación, empiezan a sustituir gente, a intentar nuevas formulas, y aquí es donde todo se complica. El siguiente podría ser cualquiera. Hacemos todo lo que está en nuestras manos por desempeñar un buen papel pero, al no conseguir nuestra meta, lo único que nos queda es esperar que el vídeo sea lo suficientemente claro para que los organizadores se den cuenta que lo estamos haciendo bien, que no somos nosotros la razón del fracaso, y con ese sentimiento se termina el segundo día, el más difícil de todos. Amanece, es como si nos hubiera pasado un camión por encima, no hay un solo músculo que no duela, incluso aquellos que no se sabe que existen. En el hangar, mientras revisamos nuestros paracaídas y saludamos a todos, se puede sentir la frustración en el aire. Todos lo queremos, pero tal vez no lo suficiente.
Día 3 y salto 2. Aquí vamos otra vez. Doce veces hemos hecho lo mismo…doce veces hemos estado muy cerca…no es suficiente. Durante el salto algo se siente diferente, hay una calma extraña, ajena a los intentos anteriores, se acaba el tiempo…todo parece que éste es. Y entonces los Jueces dicen que no. Ni el video ni las fotos de ninguno de los tres camarógrafos demuestran claramente que se hizo. Un segundo es lo único que necesitamos para los jueces, pero está claro que nadie lo quiere así, queremos algo más, podemos dar más.
Ya no hay frustración, ya no hay duda, algo cambió. Mientras caminamos hacia los aviones se puede sentir algo distinto. Mientras llegamos a la altura desde la que saltaremos no se escucha un ruido que no sea el motor del avión. Concentración es la palabra. Llega la hora, todos guardamos las mangueras que nos suministran el oxigeno y nos preparamos para salir. En la puerta del avión, con las manos sentimos el frío. Luz verde y 69 personas empezamos a volar. La imagen de tres aviones soltando gente es indescriptible, es tiempo de hacer lo que nos toca. Se empieza a construir la formación y poco a poco se siente la presión atrás de nosotros; de pronto algo sucede, y sin necesidad de confirmación visual sabemos que lo hemos logramos… uno, dos, tres, cuatro segundos… cinco, seis… siete, ocho, nueve. Los gritos de éxito suenan por todo el cielo mientras festejamos bajo nuestros paracaídas abiertos, no necesitamos de ningún juez que confirme que lo hemos hecho.
La formación de “Head Down” más grande del mundo se voló por más de ocho segundos; sesenta y nueve personas a la vez. Así, volvemos a nuestras casas, a nuestros países, orgullosos de poner en el cielo nuestra bandera.
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