En nuestra alimentación es importante identificar cuándo sentimos hambre, apetito o saciedad, pues teniendo claro estas sensaciones podremos comer mejor y no caer en errores de «peso».
Tener hambre significa que necesitas consumir alimentos. Tu organismo te indica esto con contracciones u opresión en el estómago. Sin embargo, el apetito muchas veces se confunde con el hambre, pero éste sólo se presenta cuando tienes ganas de consumir ciertas cosas. Se le conoce también como «antojo» y puede ser un arma de dos filos, pues te puede inducir tanto a consumir alimentos sanos, como algunos otros que no lo son. El objetivo final de una buena comida es la «saciedad». Sentirse así determinará el tiempo de ayuno entre una comida y otra, de ahí su importancia.
Conoce los tipos de saciedad y cómo funcionan.
Saciedad mecánica: se relaciona con el volumen de los alimentos, su dificultad para masticarlos y la digestión, lo que se traduce en «a mayor masticación más tiempo para digerir los alimentos», y con ello satisfacción
Saciedad química: aquí influyen los nutrientes de los alimentos. Los ricos en proteínas son los que mejor te satisfacen, después los carbohidratos y por último, las grasas y los azúcares
Saciedad cognitiva: se relaciona con las costumbres de tu hogar o país.
Por ejemplo, si en tu casa estás o estabas acostumbrado a comer en el almuerzo alimentos abundantes, cambiar este hábito te hará sentirte con ganas de más
Saciedad hedónica, se vincula con el mero placer de comer. Si consumes lo que te gusta te sentirás más a gusto que si comes «a fuerza» Los alimentos sólidos producen mayor satisfacción que los líquidos. Además, te aconsejamos acompañar tus alimentos con agua pura y no con bebidas azucaradas o alcohol.
Como ves, para sentirte satisfecho no tienes que comer hasta no poder más. Conoce tu cuerpo para elegir mejor tus alimentos.
«Comer bien» no tiene porque ser un sufrimiento o un atasque.