El 8 de marzo se festeja el Día Internacional de la Mujer y es celebrado por mujes y hombres de todo el mundo sin importar las diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas, económicas y políticas.
Quizás para nosotras que hemos sido muy afortunadas porque tenemos un padre y una madre que nos respetan, hermanos y/o hermanas que nos apoyan, que tenemos la oportunidad de estudiar, de hacer ejercicio, de trabajar y desarrollarnos en el área que queramos; nosotras que podemos practicar nuestra religión y/o convicciones sin ser perseguidas ni repudiadas, que podemos vestirnos y arreglarnos como más nos guste o nos acomode, quizá para nosotras este día no parezca tan importante. Sin embargo, si analizamos la situación actual de muchas mujeres y niñas menos afortunadas que nosotras, entenderemos la continua lucha a base de esfuerzo, trabajo y convicción que han realizado miles de mujeres durante años por alcanzar lo que ahora nosotras disfrutamos, así como lo mucho que falta por hacer.
En 1789, durante la Revolución Francesa, cientos de mujeres se unieron para exigir \”libertad, igualdad y fraternidad\”. Sobre el día 8 de marzo hay varias versiones, la más conocida es la del incendio provocado por el propietario de una fábrica textil en Nueva York contra sus obreras en huelga quienes reclamaban una jornada laboral de sólo 10 horas. La participación de la mujer en el mercado de trabajo creció de manera acelerada a principios del siglo XX en países como Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y las regiones desarrolladas de Rusia, así como el apoyo de los partidos socialistas. Las mujeres del Partido Socialista Norteamericano organizaban jornadas de reflexión y acción para hacer campaña por el sufragio femenino y en contra de la esclavitud sexual. La primera de éstas se realizó el 3 de mayo de 1908 en Chicago y fue denominada \”Women’s Day\” o “Día de la Mujer”. En 1910 se llevó a cabo la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Dinamarca, donde las delegadas estadounidenses, apoyadas por Clara Zetkin, propusieron establecer el \”Día Internacional de la Mujer\”. El primero se celebró el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. En Alemania el periódico \”La Igualdad\” (dirigido por Zetkin), tuvo una tirada de 100 mil ejemplares y se realizaron 45 manifestaciones en Berlín.
En medio del conflicto ruso de 1917 las mujeres de San Petersburgo se manifiestaron apoyadas por trabajadores y estudiantes. Cuatro días después el Zar abdicó y el Gobierno Provisional otorgó a las mujeres el derecho al voto. Desde entonces el 8 de marzo quedó instituido como \”Día Internacional de la Mujer Comunista\” y se celebró en todos los países comunistas. A partir de 1921 países de los 5 continentes se fueron sumando a la celebración.
En Venezuela, bajo la Presidencia del General Medina, las criollas logran el derecho parcial al voto para la formación de los Consejos Municipales. Anteriormente ninguna mujer podía ser elegida para ningún cargo en dichos Consejos. El 8 de marzo del mismo año se celebró por primera vez en Venezuela el Día Internacional de la Mujer. Dos años después, el 27 de octubre de 1946, votaron por primera vez las venezolanas para las elecciones de Representantes para la Constitución de una Asamblea Nacional Constituyente, donde 12 mujeres fueron elegidas.
Finalmente, en 1952 la Organización de las Naciones Unidas (ONU), instituyó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, y en 1975 el Año Internacional de la Mujer favoreciendo la adhesión de muchos otros países. Durante los últimos 30 años, el sexo femenino hay logrado importantes conquistas en todos los ámbitos. En Venezuela, las mujeres han contribuido al desarrollo socio-económico del país de diversas formas, siendo las principales: el trabajo doméstico y el empleo en actividades del mercado económico. Aún cuando el trabajo doméstico es inmenso y de un gran valor para las familias, no es fácilmente medible, por lo que realmente su contribución solo puede ser medida en términos de actividad económica y esto solo considerando los empleos formales. Se estima que cerca de un tercio de la fuerza laborar venezolana estaba compuesta por mujeres a principios de los años noventas, es decir, un 35,6 % de las mujeres mayores de 15 años formaban parte de la PEA (Población Económicamente Activa). Esta cifra deja fuera también a una gran parte de venezolanas que trabajan en la economía informal.
Pese a que la cantidad de mujeres que ingresan a la Universidad ha ido en aumento, aún hay mucho trabajo por hacer. En un principio, la exclusión de la mujer de los altos cargos ejecutivos se atribuía a su falta de preparación, pero cuando empezaron a ocupar más de la mitad de la matrícula en algunas carreras profesionales, quedó al descubierto que el verdadero obstáculo son esas barreras invisibles que relegan a la mujer a un plano secundario y que prevalecen en los altos niveles de la escalera ejecutiva. Este desplazamiento también se observa en los sueldos, en donde la mujer percibe menos ingreso que el hombre en la misma actividad.
La edad promedio de vida de las mujeres sigue siendo menor que la de los hombres. Las mujeres estudian menos o, peor aún, NO estudian, porque engendran hijos a edades muy tempranas y tiene que responsabilizarse por ellos. Venezuela ocupa el primer lugar en Latinoamérica de embarazos no deseados en niñas menores de 15 años. La falta de educación sexual y de formación integral en las familias es grave. Una enorme cantidad de mujeres venezolanas son, además de ser madres, esposas y amas de casa, son el aporte económico más importante en sus hogares. En cuanto a las mujeres indígenes, el nivel educativo y la remuneración por su trabajo es aún más bajo.
Desarrollo de la mujer en el ámbito deportivo.
Las mujeres hacen su primera aparición en una Olimpiada en París 1900. La primera campeona fue la británica Charlotte Cooper en tenis. En esos Juegos participaron 975 hombres y 22 mujeres (el 2.2 % del total de atletas de 24 países). Un siglo después, en Sydney 2000 participaron 6,582 hombres y 4,069 mujeres (el 38.2% de un total de 10,651 atletas de 199 países).
Llegar a estas cifras ha implicado el trabajo y tenacidad de muchas personas. En 1917 la francesa Alice Melliat funda la Federación de Sociedades Femeninas de Francia (FFSF). En 1921 organiza la primer Olimpiada Femenina y funda la Federación Internacional Deportiva Femenina (FSFI), la cual, al ver que la IAAF (anterior Federación Internacional de Atletismo) no incluía pruebas femeninas en los Mundiales de Atletismo, organiza los primeros Juegos Mundiales Femeninos en París en 1922, y continúa con estas competencias hasta que, en 1938 la FSFI se disolvió al incluirse poco a poco las pruebas femeninas en los Juegos Olímpicos, incluyéndose, finalmente, el atletismo femenino en el programa de la IAAF. A partir de entonces, cientos de mujeres abrieron el camino para las nuevas generaciones. En 1966, a la edad de 38 años, la estadounidense Roberta Gibb se convirtió en la primera mujer en correr 42.195 km en el Maratón de Boston, en un tiempo de 3:21:40 hrs. Sin embargo, su participación no se consideró oficial ya que la participación femenina NO era permitida por considerar a las mujeres: \”física y mentalmente incapaces de correr\”. \”Bobbi Gibb\”, como era conocida, corrió dos años más el Maratón de Boston, en 1967 (3:21:40 hrs.) y en 1968 (3:30:00 hrs.), aún cuando ninguna de sus participaciones se consideró \”oficial\”. Fue hasta 1972 cuando las primeras 8 mujeres participaron oficialmente en este importante evento. No fue hasta 1984, cuando en los Juegos Olímpicos de Los Angeles se incluye por primera vez la prueba del Maratón Femenino, siendo Joan Benoit, de Estados Unidos, la primera medalla de oro con un tiempo de 2:24:52 hrs. Curiosamente, para quienes pensaban que \”no éramos capaces de correr\”, el Récord Mundial Femenino para esta prueba es de 2:15:25 hrs., impuesto por la británica Paula Radcliffe el 13 de abril de 2003 en el Maratón de Londres, mientras que el Récord Mundial para los hombres pertenece al etiope Haile Gebrselassie quien corrió en 2:03:59 hrs., en el Maratón de Berlín el 28 de septiembre del 2008.
Por otra parte, Gertrude Caroline Ederle (EUA), ganó en París 1924 el oro en los relevos de 400 m libres. Al año siguiente intentó cruzar el Canal de la Mancha sin éxito, pero en 1926 regresa al canal y se convierte en la primera mujer en cruzarlo en 14 horas 31 minutos, demostrando no sólo que las mujeres también podían nadarlo, sino que, además, rompió el record de los hombres por una hora y 59 minutos menos.
Mildred \”Babe\” Didrikson Zaharias (1913-1956, EUA) fue elegida en 1950 la mayor atleta de la primera mitad del Siglo XX. Destacó en muchos deportes desde jóven: baloncesto, natación, atletismo y, sobre todo, golf. Participó en innumerables competencias de pentatlón y decatlón y en Juegos Olímpicos de Los Angeles 1932 estableció records mundiales en lanzamiento de jabalina y en los 80 m con vallas. Entre 1936 y 1954 ganó todos los grandes campeonatos femeninos de golf. El Abierto de Estados Unidos de 1954 lo ganó después de haber sido operada de cáncer. Desafortunadamente la enfermedad la abatió y murió a los 43 años en 1956. Un año antes, en 1955, publicó su biografía titulada: \”The Life I’ve Led\”.
La rumana Nadia Comaneci, a sus 14 años, asombró al mundo con la primer puntuación de 10 absoluto nunca antes obtenida en Juegos Olímpicos en Montreal 76. Logró 7 puntuaciones perfectas y ganó 3 medallas de oro, una de plata y una de bronce, y tres más de oro en Moscú 80.
Pero las mujeres no solo han destacado en el ámbito social, económico y deportivo. Hay mujeres extraordinarias en todas partes. Una mujer cuya vida fue un ejemplo extraordinario de entrega total a su trabajo, convicciones y amor al prójimo fue la Madre Teresa de Calcuta (1910-1997). Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora. Fundó en 1963 las Misioneras de la Caridad que pronto se extendió a todo el mundo.
La lista de mujeres ordinarias que han hecho cosas extraordinarias es interminable. Y, estoy segura que, sin ir muy lejos, en nuestras familias hay más de una mujer madre, hermana, esposa, amiga y/o compañera que día a día se preocupa no sólo por ser una mejor persona, sino también por servir y ayudar a quienes le rodean y, de manera muy especial, a quienes ama.
Apoyemos a las mujeres, después de todo, la vida no es una competencia de sexos, sino una convivencia entre seres humanos, hombres y mujeres compartiendo un mismo espacio, trabajando en equipo apoyándose unos y otros para disfrutar y complementar mejor la vida que Dios nos da.