Cuando un niño rie te transmite alegría y te provoca reir. Pero cuando sonrie porque tú lo hiciste reír, no solo sonries, te sientes completamente ¡FELIZ!…..
Para quienes nos gusta hacer deporte hay historias que nos encantan: cuando un amigo baja de las 3:00 horas corriendo el maratón (42.195 km); la amiga de la escuela que nunca hizo ejercicio mientras estudiamos pero después empezó a hacer triatlón y ahora va por su primer ironman; o aquel compañero de la oficina que fumaba tanto y ahora, creanlo o no, corrió sus primeros 10 km y está feliz de haberlo logrado. Y si hablamos de atletas de alto rendimiento, que corren en 2:45 horas el maratón, pero después de haber nadando 3.8 km y rodado 180 km en un Ironman; o quienes retan las heladas aguas del Canal de la Mancha para cruzarlo a nado. Y mis respetos para los atletas paralímpicos que sin piernas nadan más rápido que algunos de nosotros, sin manos juegan ping-pong o practican tiro con arco, y, con frecuencia, tiene más agallas para hacer las cosas y disfrutarlas que algunos de nosotros.
Pero hay otro tipo de historias que, sin hablar de super tiempos ni records, nos emocionan tanto porque hablan más de lo que son realmente las personas que de lo que podemos ver por fuera.
Conocí a Male hace varios años y desde que la conocí me cayó muy bien, siempre tenía muy buena actitud, muy simpática y una alegría que contagiaba. Además, era un gran ejemplo a seguir, era poco mayor y entrenaba con tantas ganas como las juveniles, competía en todos los triatlones que podía y siempre tenía un nuevo reto en mente. Para ella no había obstáculos, cada cinco años abría una nueva categoría para mujeres en el triatlón. Y no cabe duda que, las personas que son positivas, siempre traen consigo cosas positivas a los demás.
Hace más de un año Malena tuvo un accidente. Rodando en el Triatlón de Valle de Bravo, un triatleta “inexperto” y de paso muy irresponsable, estaba rebasando en curva y en sentido contrario, y cuando le salió el pelotón de frente para esquivarlo, chocó con ella. Male, sufrió fractura de clavícula y un fuerte golpe en la cabeza que, en un principio no parecía ser tan grave. Pero después de un par de semanas los dolores de cabeza y oído se volvieron insoportables. Con la caída se había fracturado el peñasco del hueso temporal del cráneo el cual cubre el oído interno. Lamentablemente la lesión en los nervios auditivos fue irreversible. Muy a su pesar Male tuvo que dejar el triatlón, no puede subirse en una bicicleta porque sufre de vértigos repentinos. Evita salir a la calle porque los ruidos del tráfico la aturden, mientras que el nivel de voz bajo de las personas no lo puede escuchar. …Si, a veces la vida nos “cambia de planes” en tan solo un momento.
Hace muchos años Héctor, esposo de Male, interesado en nuestras raíces y cultura mexicana, aprendió náhuatl con un maestro indígena de una comunidad del Estado de Guerrero. Esto, les abrió las puertas a Male y Héctor no solo de las poblaciones indígeneas con quienes han aprendido y compartido tanto, sino también, y lo más importante, les abrieron sus corazones.
En la carretera México-Acapulco, a la altura del Puente Mezcala, donde fluye el Río Balsas (o Mezcala como se le conoce en la zona), existen más de 20 pueblos indígenas que hablan náhuatl, y sin tener datos muy formales, Héctor calcula que en la zona deben habitar unas 30,000 personas. Estos pueblos están catalogados como de alta marginación, (a pesar de no estar tan lejos de nosotros), y son más pobres de lo que podemos imaginar. Sin embargo, son personas felices, son gente tan sencilla, trabajadora, tan cálida y linda, que no necesitan tener tantas cosas materiales como nosotros para ser felices. Los indígenas hacen un gran esfuerzo por conservar su cultura y, a la vez, integrarse al México actual. Por lo que han logrado formar escuelas primarias bilingües en donde los niños aprenden a leer y escribir en español además de conservar su lengua materna el náhuatl. Un ejemplo es la Escuela Primaria Bilingüe Miguel Hidalgo y Costilla en Xalitla, a la que asisten 90 niños educados por 8 maestros, en donde hay un grupo por cada nivel de no más de 20 alumnos. Esta escuela está adscrita a la Secretaría de Educación Pública (SEP), quien paga a los maestros.
Pues bien, hace un par de meses Male, Héctor y un grupo de amigos de Aspid, fueron a visitar a sus amigos indígenas y a repartirles playeras, morrales y libros a cinco pueblos de la rivera del Balsas: Xalitla, Ahuehuepan, San Marcos, San Agustín Oapan y Ameyaltepec. Y, por segunda ocasión, Asdeporte donó a estas comunidades un total de: 10,500 playeras y 1000 morrales.
Para entregarlas había que idear algo que les gustara a los niños porque, por supuesto, ellos siempre quieren juguetes… no ropa. Además, la mayoría de las playeras eran tallas de adulto, no de niños. Viendo qué hacer, Male pensó: “Si a mí me da gusto regalar, por que no los niños dar regalos a sus papás.” Y propuso a los niños que les entregarían morrales con playeras para que ellos las regalaran a sus papás, mamás, abuelos, tíos, hermanos mayores, etc. La idea fue genial, los niños salían felices de recibir tantas cosas y poderlas regalar a sus mayores.
En las propias palabras de Male, en una carta que escribió a Asdeporte para agradecer su aportación comentó: “Fue muy emotivo, pues en todas las escuelas se les pidió a los niños que llegaran con un acompañante, así es de que se les entregó una mochila a cada niño y cada acompañante: la mamá, el papá, el hermano, la tía, etc. Fue muy bonito ver las filas de los niños de la mano de su familiar y sobre todo la sonrisa de todos al recibir el regalo de Asdeporte.”
Y agregó: “También estamos organizando una biblioteca para cada una de las escuelas y conseguimos cerca de 800 libros completamente nuevos que también ya catalogamos e hicimos los paquetes. En años anteriores se les ha ayudado con láminas y escritorios así como alimentos en las épocas terribles de inundaciones.”
La pobreza de estos hermanos indígenas es grande. La foto en donde aparece la señora de avanzada edad sobre una mula acarreando cañas de maíz y chilacayotes es muy representativa. Es una actividad diaria, hay que bajar y subir la montaña desde el pueblo hasta el campo de cultivo al lado del río todos los días.
Male escribe emocionada: “La ternura de los más pequeños se magnifica en grupo y en fila. Ellos ya participan ordenadamente en los honores a la bandera con la que nos homenajearon en Xalitla y Ahuehuepan. Se nos salieron las lágrimas cuando entonaron el Himno Nacional en náhuatl y, en seguida, en español.”
Las imágenes hablan por sí mismas. La emoción de dar y recibir es indescriptible. Al final de la carta: “Con toda esta labor en conjunto: Asdeporte, amigos que han aportado y la ayuda incondicional del Zorro de Aspid, quien nos prestó su camioneta manejada por el gran Paco, trabajando todos juntos logramos nuestro objetivo.”
Compartir con quienes menos tienen lo mucho o poco que tengamos lo hacemos con mucho gusto y nos causa una gran emoción. Quizá, después de todo, lo más importante no es cuántos kilómetros entrenas, o que tan cara y buena es la bici en la que ruedas, sino cuantas sonrisas compartes con los demás, cuánta alegría repartes y cuántos corazones logras conquistar.
Fuentes:
* Magdalena Álvarez de la Borbolla ha sido triatleta por más de 20 años. Fue capitana del Equipo Sport City por 19 años y se mantuvo en el primer lugar de su categoría durante muchas ediciones. Male sigue conquistando corazones donde quiera que va.
* Tomado del artículo: “Recibir una sonrisa”, escrito por Magdalena Álvarez de la Borbolla y Héctor H. Norirega Romero y de las propias palabras de sus autores.
* Fotos por Héctor H. Norirega Romero.