Cuando gozamos de una buena salud, generalmente no pensamos acerca de la angustia, el temor, el dolor, y la depresión de aquellas personas que han sido diagnosticadas con una enfermedad grave y que, por lo mismo, requieren de la donación de un órgano para poder llevar una mejor —incluso excelente— calidad de vida. La donación de órganos se toma en cuenta, casi siempre, hasta que una persona enferma o corre el peligro de fallecer.
Existen muchos mitos y prejuicios en torno a la donación de órganos. No conocemos con certeza información fundamental para adquirir una cultura del tema. Tenemos dudas básicas que van desde saber lo que implica un trasplante hasta si todos somos candidatos a ser donadores. Todo lo anterior alimenta un ambiente que —también— por factores religiosos, políticos o morales se agrava y se presenta incluso poco empático.
Es por eso que a través del siguiente artículo pretendemos proporcionarte información básica por la que muchas veces podemos ofrecer una nueva vida a otras personas.
Empecemos por decir que un trasplante es la sustitución de un órgano o tejido que ya no funciona. Entre las circunstancias más comunes para requerir este tipo de procedimiento, encontramos a las personas que presentan alguna clase de insuficiencia renal, hepática, cardiaca, pulmonar o visual en fase terminal e irreversible. Así, los órganos que se pueden donar son córnea, piel, hígado, hueso, riñón, corazón y pulmón.
A grandes rasgos, se distinguen dos clases de donaciones: la que se da en vida (en este rubro, frecuentemente, sólo se piensa en donación de sangre o de riñón) y la que se puede ofrecer al momento de morir. En este último caso es donde la polémica se desata debido al cuestionamiento religioso pero, sobre todo, al moral. “¿Qué puedo hacer si mi recién fallecido no me habló de sus intenciones de ser donante?”, se preguntan muchos familiares en una situación que requiere de una respuesta urgente. Esa es la razón por la que debes tener claro que si te interesa ser donante después de la vida, la decisión es sólo tuya y, por lo tanto, es preciso que se lo informes de inmediato a la familia, pues ésta será la portavoz. También es necesario que manifiestes tu voluntad por escrito (ya sea en una carta notarial, un documento que tú hayas redactando o firmando una tarjeta de donador).
Podemos estipular si deseamos donar nuestros órganos después de morir, éstos pueden ser: por paro cardiaco, tejidos como hueso, piel, córneas, tendones, válvulas cardiacas, cartílago y vasos sanguíneos arteriales y venosos; por muerte cerebral, corazón, pulmón, hígado, riñones, intestino, páncreas, además de los tejidos mencionados anteriormente.
En vida se puede donar un segmento de pulmón, hígado, páncreas e intestino; además de riñón y médula ósea. Pero si quieres realizar este tipo de donación, es necesario que seas mayor de edad y que estés en pleno uso de tus facultades mentales, estar sano y ser compatible con la persona que va a recibir el órgano, y, por supuesto, otorgar un consentimiento por escrito.
Cuando hayas elegido ser donador, puedes dirigirte al Centro Nacional de Trasplantes, al siguiente teléfono: 5644-8713. NULL