Cómo las aguas abiertas cambiaron la vida de Patty Kolhmann

Patty Kolhmann estuvo alejada de las competencias trece años luego de anunciar su retiro en 1992, en ese tiempo formó una familia y se mantuvo activa con otras actividades deportivas. Los viajes a la playa le generaban muchas emociones encontradas:

“A mí me dolía mucho regresar al agua, íbamos con mis hijos de vacaciones me dolía estar en el agua, como que lo extrañaba, lo añoraba”.

Sin embargo, el agua regresaría para ayudarle a cerrar un ciclo de su vida. En el 2004, Patty estaba en un proceso de divorcio cuando su amiga, la también nadadora Patricia Guerra, la invitó a participar en una competencia de 11 kilómetros en aguas abiertas. Kohlmann aceptó pero de un momento a otro comenzó a dudar, pues no estaba acostumbrada a nadar una distancia mayor a 400 metros, además tenía que enfrentar uno de sus mayores miedos: los tiburones. El temor a estos animales surgió cuando vio las películas de Steven Spielberg.

El día de la competencia, en Acapulco, Patty estaba en la playa, a pocos minutos de iniciar. De pronto, de sus ojos brotaron lágrimas. Dudaba, no quería comenzar a nadar. Su hijo que estaba a bordo de una lancha y gritó: “¡Mamá, tú puedes!”. En ese instante ella reaccionó:

“Yo dije, es que nadar se va a volver simbólico para mi vida. Si yo puedo con esto, si yo puedo con el miedo, voy a poder salir adelante en la vida”.

Entonces amarró sus sentimientos y se aventó al mar.

Apenas había avanzado cinco metros cuando Patty comenzó a quejarse de las picaduras de las pulgas y las aguas malas, pero no había forma de parar, tendría que seguir nadando hasta terminar. Ante esta circunstancia, no tuvo más remedio que fluir, sólo así pudo liberar a la nadadora que deseaba estar activa de nuevo.

“Fluí como no tienes idea, me encantó, o sea, yo me transformé en una burbuja más de ese mar y me transformé en nadadora de aguas abiertas”.

Cómo empezó a nadar Patty

El deporte siempre estuvo presente en la familia Kolhmann. Los hermanos mayores practicaban distintas disciplinas y Patty no sería la excepción. Cuando tenía 9 años tomó clases de tenis y después nadó en el Club Alemán, en Xochimilco. De esta forma su mamá lograba mantenerla ocupada mientras aprendía técnicas de flotación que le impidieran ahogarse en caso de una emergencia.

Durante una clase de natación, Damián Pizá Jr. -hijo de Damián Pizá Beltrán, el primer mexicano en cruzar el Canal de la Mancha-, se acercó a la mamá de Patty para comentarle que su hija tenía potencial y le preguntó si podía entrenarla. En ese momento comenzó la formación de la chica. Después de un tiempo Damián le pasaría la estafeta de entrenador al nadador olímpico Ricardo Marmolejo.

Tras varios meses de entrenamiento, por fin llegó su primera competencia. Sin embargo, las cosas no sucedieron como ella las había imaginado:

“Me acuerdo perfecto, en Guadalajara; todo lo que podía haber salido mal, salió mal: me descalificaron en una prueba, hice el toque mal en el pecho y me descalificaron; salí antes en un relevo y descalificaron al relevo. Entonces, francamente, salí muy desmotivada y decepcionada”.

En ese momento Patty manifestó a su madre y hermano su deseo de no continuar, pero recibió una respuesta muy clara:

“Mi hermano me dijo está bien, pero estás a la mitad de la temporada y lo que se empieza se tiene que terminar”.

Después de hacer un berrinche, se enfocó en sus entrenamientos para terminar y dejar atrás la natación. Pero eso no sucedió.

Centroamericanos, Panamericanos y Juegos Olímpicos

Patty regreso a las competencias a los 12 años, cuando contendió en el Campeonato Centroamericano que se realizó en Oaxtepec Morelos. Esta vez un segundo lugar le brindó una mejor experiencia y nació el anhelo por participar en unos Juegos Olímpicos. Su madre no sabía sí su hija hablaba en serio, pero siguió apoyándola: le preparaba el lunch, la llevaba en su auto a los entrenamientos y buscó la forma de que su hija tuviera consigo los documentos necesarios cuando viajaba a las pruebas nacionales, donde ella no podría acompañarla:

“Recuerdo que mi mamá me hizo una bolsita con la costurera, cabía perfecto mi pasaporte, dinero y me la colgaba en el cuello. La metía dentro de la playera y así viajaba. Maduré muy rápido.  En competencias internacionales te mandaban con el entrenador encargado y una chaperona”.

Tras calificar a los Juegos Centroamericanos y del Caribe La Habana 1982, en Cuba y más tarde competir en los Panamericanos en Caracas 83, Venezuela, donde obtuvo el tercer lugar en relevo libre y combinado, supo que para llegar a Juegos Olímpicos necesitaría otra preparación, una que no estaba disponible en México. Contactó entonces al entrenador del equipo olímpico de natación de los Estados Unidos, Richard Quick. En un principio el hombre dudó, pero al final aceptó a la nueva pupila. Entonces, Patty y su mamá tomaron un año sabático —de la escuela y el trabajo, respectivamente— y se trasladaron a Austin, Texas, donde Quick las esperaba para iniciar su preparación, que consistía, según la misma Patty en:

“entrenar, comer y dormir durante un año para llegar a los Juegos Olímpicos”.

Ese esfuerzo le valió su calificación en los Juegos Olímpicos de los Ángeles, en 1984, donde obtuvo el lugar 17, cuando sólo contaba con 15 años.

Tras su aventura olímpica, regresó a la Ciudad de México para continuar con sus estudios y aunque siguió entrenando bajó la intensidad porque no tenía competencias mayores. En 1986 una operación en el hombro derecho la dejó fuera del agua por un año. Después de su recuperación, calificó para los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987, y al siguiente año compitió en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde no superó el resultado obtenido en 1984:

“No tuve el mismo rendimiento obviamente, porque ya estaba entrenando en México, estudiando, etcétera, etcétera. Me coloqué en el lugar 23. No está mal;  yo quería mejorar, obviamente, el resultado de los de Los Ángeles, pero bueno. Creo que estuvo bastante bien, me siento la verdad satisfecha”.

Patty tenía claro cuales eran sus prioridades: el estudio y la natación. De lunes a viernes se levantaba a las cuatro de la mañana y se trasladaba de San Ángel al Club Alemán, donde comenzaba su rutina:

Patty Kolhmann entrena temprano en alberca Club Aleman“Nosotros llegamos a quitar el toldo que cubre la alberca, para mantener la temperatura. Entrenábamos a las 4:30 hasta las 6 de la mañana. Cuando yo salía mi mamá ya me tenía el desayuno preparado, entonces yo comía en el coche. Llegaba a casa, prácticamente me cambiaba, agarraba mi coche y me iba a Tacubaya, donde estaba la escuela.  En el recreo, yo andaba haciendo tarea o adelantando algún trabajo; apenas tocaba el timbre de salida, yo salía corriendo a Tepepan, donde está el Club Alemán, para entrenar otra vez  a las cuatro de la tarde, entre gimnasio, natación y trabajo aeróbico, dependiendo de la etapa del entrenamiento. Salía 7:30, 8:00 de la noche”.

Ese plan se modificaba un poco los fines de semana cuando debía competir o descansar. Debido a la larga duración de sus entrenamientos, Patty tuvo poco contacto con sus compañeros de escuela, sin embargo, sus momentos de convivencia se daban con la comunidad deportiva y con el equipo de preparación con los que pasaba la mayor parte del tiempo.

En 1992 su carrera olímpica terminó. Tenía 23 años. Su retiro anticipado no se generaba por cansancio, si no por una lesión. La rehabilitación de la cirugía de hombro fue deficiente, lo que le generó mucho dolor durante los entrenamientos que realizaba en Estados Unidos. Tareas básicas como peinarse y cocinar se convirtieron en un suplicio. Kolhmann deseaba competir en los Juegos Olímpicos de Barcelona, pero el médico fue contundente, si le exigía de más a su cuerpo, tendría un alto costo: perdería la movilidad.

“Me hubiera encantado, pero bueno, estaba de por medio el uso de mi brazo. Me dije vamos a parar de momento. Decido retirarme y entonces dejo la natación”.

Patty había apostado por la salud.

Nadadora de aguas abiertas

Después de convertirse en nadadora de aguas abiertas en la competencia de Acapulco en 2004, Patty estaba de regresó y casi de inmediato la esperaba el siguiente reto. En una llamada Patricia Guerra le pidió que se integrara a un equipo de relevos en aguas abiertas para cruzar el Canal de la Mancha. Sin pensarlo dos veces, dijo que sí:

“Estoy segura de lo que quiero hacer, quiero jalar con ustedes, quiero hacer historia”.

Kohlmann se prepara para el nado de aguas abiertasAl colgar el teléfono se dio cuenta de todo lo que implicaba su decisión: juntar dinero, entrenar, el cuidado de sus hijos y más. Durante un año las nadadoras Ana Paula Escobar, Mónica Ramírez, Nora Toledano, Minerva Martínez, Patricia Guerra y Patty Kohlmann se prepararon para esa aventura.

En un entrenamiento, muy cerca de la fecha en que nadarían, el equipo pasó en Cancún unos días. En un juego de voleibol, Patty se fracturó un dedo de la mano. En el Canal de la Macha ella sería el último relevo, cerraría el reto; de nuevo el fantasma de las lesiones aparecía en su carrera. De inmediato la doctora que las acompañó la revisó, le inyectó un medicamento autorizado para el dolor, le amarró el dedo a la mano y así le autorizó nadar.

El día del reto en el 2005, Patty estaba cansada, con las últimas brazadas, llegó a la playa de Dover, Inglaterra. En el lugar no había alguna boya o meta que indicara una prueba deportiva oficial, por eso nadie esperaba a las nadadoras mexicanas que realizaron esa hazaña. Antes de pisar la arena de la playa, Patty se tambaleó por el esfuerzo, pero logró reponerse. Todos los que tomaban el sol la vieron dejar el agua, sin embargo, para ellos se trataba de una persona más que disfrutaba del mar.

Minutos después sus compañeras llegaron en el bote.  Se abrazaron y eufóricas fueron a correr alrededor de la estatua dedicada al capitán Matthew Webb, el primer hombre en cruzar el Canal de la Mancha. Más tarde se enteran que rompieron la marca mundial en relevo femenil con un tiempo de 20 horas 14 minutos. Su satisfacción fue doble: el objetivo no era establecer un récord pero lo habían conseguido.

 

Team Kohlmann

Desde hace varios años, Patty ha estado en constante capacitación entre diplomados, cursos y certificaciones que le han permitido convertirse en entrenadora. Con la intención de apoyar a los jóvenes atletas en su preparación y desarrollar confianza en sus entrenamientos que más tarde se conviertan en logros deportivos, creo el Team Kohlmann. También se integró a la comunidad Woman Up donde comparte su conocimiento para que las mujeres deportistas descubran qué hay más allá de sus límites.

Team KolhmannSu familia ha sido el motor que la motiva y que la hace analizar las posibilidades de participar en los distintos retos y proyectos, Patty espera poder inspirar a los jóvenes atletas para que puedan cumplir sus objetivos deportivos.

“Espero inspirar a futuras generaciones, hoy en día está tan complicado y estoy hablando de la situación que ahorita enfrentan muchos deportistas mexicanos con la falta de apoyo y no se lo digo a empresas privadas, la falta de apoyo por parte del gobierno de nuestro país, donde no sabes hacia dónde van a ir tus sueños deportivos”.

 

 

Patty Kohlmann considera que para entrenar no se necesita comprar unos googles o traje de baño de última tecnología, pero si invertir en un buen entrenador y en una boya para competir, estos elemento serán esenciales para tener una buena experiencia y reaccionar de manera correcta cuando se presenta un contratiempo.

“Yo sí soy fan de la boya a la hora de nadar, porque hasta los nadadores más profesionales, los más experimentados pueden sufrir un calambre o una lesión si chocan con algo en algún río: alguna madera, rama, etcétera. Puedes tener algún incidente; es importante contar con ella”.

Patty Kohlmann comenta que muchas veces las personas ven a los atletas como si fueran Dioses o extraterrestres por los logros deportivos, pero al final del día ella es mamá, una mujer que entrena, que se lesiona y se recupera.

Para ella “los pequeños pasos son parte de grandes logros”.

Por Sonia Yañez para: www.asdeporte.com